Como el agua de claro ha hablado el historiador inglés Paul Johnson. La verdad hiere y duele. Sólo un matiz. Cuando dice España me ha decepcionado; se comportaron como cobardes en Iraq, nos mete a todos en un mismo saco. En Iraq ningún español fue cobarde. Los militares cumplieron admirablemente su misión, y una decena de ellos dieron su vida en el cumplimiento de su deber. Los militares españoles no abandonaron Iraq. Fueron obligados por una orden precipitada y cobarde. Los cobardes fueron los gobernantes, no los militares. Volvieron avergonzados, disciplinados y heridos. En cambio, Johnson acierta cuando resume la cobardía de la mayoría ciudadana. Después de que unos árabes les pusieron bombas, se olvidaron de los compromisos y tuvieron elecciones, en las cuales ganó el partido de los cobardes. Durísimo, pero cierto. Johnson es un enamorado de España, y el amor no puede entenderse alejado de la sinceridad. Ahora, en esa tediosa e insufrible parodia de comisión investigadora de los sucesos del 11 de marzo, se han abierto las grietas de los mentirosos. A Johnson, como a nueve millones de españoles como mínimo, le decepcionó que un pueblo no sólo valiente, sino de una enorme dignidad y sentido del honor se comportara de forma tan blanda y gallinácea. Johnson emplea términos que los cobardes odian. Valentía, dignidad y sentido del honor. ¡Qué antiguo todo! No acusen ni señalen a Johnson. Antes que él hemos dicho y escrito muchos. Entre otros, el terrorista de Al Qaeda detenido en Italia y tenido como uno de los principales responsables de la matanza. El Egipcio ha reconocido que eligieron la fecha adecuada para tumbar al Gobierno de Aznar y facilitar la victoria de Zapatero. Tiene que resultarle molesta esta afirmación al Presidente del Gobierno, pero sabe muy bien que sólo el estupor producido por aquel atentado terrible le llevó a la presidencia del Gobierno. Y fue el miedo, la cobardía de millones de españoles el factor dominante de la votación. La cobardía también es democrática.
Al final de la entrevista, el historiador inglés nos concede su esperanza. Los españoles pueden revertir el rumbo porque son gente maravillosa. No tanta gente y no tan maravillosa. Una nación cuya mayoría se deja manipular tan humillantemente deja mucho que desear. Hasta el Vaticano, firme opositor a la guerra de Iraq, ha criticado la puesta en cuclillas del Gobierno de España. Sucede que muchos españoles que votaron desde el miedo, empiezan a reconocer su error. Y que un Gobierno no puede mantenerse con pactos esquizofrénicos o la secuela de una tragedia. Ahora, hasta Rubalcaba distingue un terrorismo de otro, y no se le cae la cara de vergüenza. Como el agua de claro. No todos los españoles son unos cobardes, pero en España ha ganado la cobardía. Molestísimo, pero cierto.