Bajo el título Falangistas taxidermistas, el periodista Oriol Malló dedica un artículo en el diario Avui a la reciente plataforma catalana no-nacionalista Iniciativa Ciudadana y, en especial a tres de sus promotores, mis buenos amigos Albert Boadella, Arcadi Espada y Félix de Azúa. Desde el victimismo del catalanismo perseguido, Malló les amenaza, después de algunos rodeos, y llama a generalizar el acoso contra ellos: Pues nosotros también queremos exterminaros, qué caray. Divirtámonos hasta morir que la guerra, a cara descubierta, tal vez ya ha empezado.
Malló reprocha al comienzo del artículo lo hace civilizadamente a Espada, Boadella y Azúa que, bajo su particular visión, coincidan con lo que los falangistas perseguían: que el catalán se hablara bajito y en la intimidad, que los catalanes se entregaran, felices, a la nueva España y que la cuestión catalana, esta molestia perpetua, desapareciera una vez liquidados, físicamente también, sus usuarios, como por ejemplo los intelectuales catalanistas. Ahora exigen prosigue Malló que se les escuche y se les abran las tribunas públicas. Pero yo, al contrario, pienso que debemos respetar el espíritu romántico. Es a partir de esta advertencia cuando Malló va directo al grano esgrimiendo el estilo represivo y criminoso que, según defiende líneas atrás, se empleó contra los catalanes en el franquismo.
Boicoteémoslos, marquémosles a fuego ardiente hagámosles la vida imposible para que sufran en campo propio aquello que ellos hicieron cuando mandaban realmente. Lo que el propio Malló llama venganza alcanza al final de su artículo el cariz de amenaza de muerte y de llamada a la acción terrorista. Pero antes se para a explicar algunos detalles de su relación con los tres intelectuales catalanes. A Félix de Azúa jodido Félix, dice ya el autor le trata de buen hijo de franquista. Con Albert Boadella diablillo, le llama se arrepiente de una pasada relación: cómo nos conocemos, yo que tanta propaganda te he hecho.
Cabe recordar aquí que Malló fue condenado por injurias por injuriar al crítico teatral y periodista Joan de Sagarra, a quien acusó de colaboracionista en su obra "El cas Boadella. Desventures d`un joglar en temps de transició".
Después de decir que por ello Dios y el pueblo me perdonen, Malló le reprocha y se lo aplica a él mismoque por no tener narices de matar a los militares que te perseguían te conviertes en uno de ellos, como yo hice cuando os servía de mascota una buena temporada y, en lugar de vomitar sobre la Guardia Civil, preferí comerme el aguijón de la tortura y optar por presas más fáciles como el catalanismo, antes de pensar, como ahora, que algún día me esperaba la sagrada hora de la venganza. Para Arcadi Espada comisario Espada, hijo de portera es el apelativo que le toca en suerte reserva precisamente el título del artículo: nos estudiaría como el taxidermista colecciona las mariposas muertas o las cabezas de los enemigos cáidos.
Este es precisamente el punto en el que Malló prepara el terreno. Esa venganza a la que hace alusión llega ya en las últimas líneas de su columna, en forma de amenaza directa y de una llamada a generalizarla contra los señalados Boadella, Azúa y Espada. Reproducimos el textual de su conclusión porque no resiste otro tratamiento:
Queréis que los catalanes, si todavía quedan, se suiciden en grupo o abracen la fe española. Perfecto. Pero yo os pido coherencia. Haberlo dicho durante la Segunda República y haberos expuesto a que gente como yo, gente mejor que yo, perdón, os metiera el tiro de gracia antes que vosotros, sin ... para disparar, delegaseis en la chusma las órdenes de asesinarnos. (...) Decidlo claro, amigos de afables conversaciones y visiones magistrales, nos queréis exterminar, ahora que sabéis que somos pocos, cobardes y frágiles, y que todos os escuchan con temor reverencial. Pues nosotros también queremos exterminaros, qué caray. Divirtámonos hasta morir que la guerra, a cara descubierta, tal vez ya ha empezado.
ORIOL MALLO