La goma de bin laden o cómo el terrorismo engrasa los circuitos económicos internacionales
En los años 50, Francia financiaba en Indochina a la guerrilla. El objetivo era impedir la expansión soviética por sus colonias. En paralelo, EEUU quería jugar en el tablero del sudeste asiático, y para ello se alió con quienes querían echar a los franceses a sangre y fuego. Graham Green retrató bien aquella época en El Americano Impasible.
A finales de los años 60, el Sha de Irán -gran aliado de EEUU en Oriente Medio- dotó de armas e inteligencia a la guerrilla kurda, que pretendía la secesión de Iraq. Sadam Hussein no era todavía el hombre fuerte del país.
En los 70, la Unión Soviética, China y Cuba financiaban guerrillas en América Latina para imponer el terror; mientras que los caciques locales sostenían a los grupos paramilitares.
A mediados de los años 80, Estados Unidos financió los ataques terroristas contra el Gobierno sandinista de Nicaragua, vendiendo 4.000 misiles Tomahawk a Irán, en plena guerra con Iraq. La excusa fue la liberación de cinco compatriotas secuestrados en Líbano por los grupos armados pro iraníes de Hezbollah. Con el dinero pagado por Teherán, la CIA financió a la contra nicaragüense del Comandante Cero. Los terroristas pusieron bombas y provocaron el caos en el puerto de Managua, colapsando el frágil sistema económico del país. Había nacido el escándalo Irán-contra, que llevó al estrellato al teniente coronel Oliver North, estratega de las operaciones.
A finales de esa década, la CIA encontró en Bin Laden y los talibán unos magníficos aliados para socavar la presencia soviética en Afganistán. El país vivía del opio, pero en aras de la estabilidad geoestratégica, poco se hizo. EEUU sólo intervino después del 11-S.
En los 90, las guerrillas de Angola, Sierra Leona y la República Democrática del Congo vendían diamantes por armas a la luz del día. Los compradores eran, en muchas ocasiones, reputadas empresas con sus códigos de buen gobierno aprobados- que cotizan en Nueva York o Londres. Con el dinero obtenido, la guerrilla financiaba sus cruentos golpes de estado o sus actividades asesinas.
La historia general del terrorismo está plagada de calamidades humanas y de errores colosales en términos geoestratégicos. Pero también, de éxitos incuestionables para sus patrocinadores. La voladura en 1898 del acorazado Maine, en La Habana, es la puesta en escena de la doctrina Monroe (1823): América para los americanos. El presidente Theodore Roosevelt, en 1904, dio carta de naturaleza a esa doctrina con un célebre Corolario que daba manos libres a la CIA para intervención en cualquier país americano en caso de que los intereses de EEUU se vieran amenazados. Roosevelt fue recompensado con el Premio Nobel de la Paz.
El terrorismo se ve hoy como fenómeno nuevo, pero es mercancía añeja. Se trata de un viejo instrumento de acción política utilizado con profusión en las relaciones internacionales. La novedad es que ahora es importado y atraviesa barreras. Se ha convertido es un producto más de la globalización. Y, sobre todo, se ha convertido en una franquicia. Hasta hace muy poco, los estados estaban detrás del terrorismo, ahora el enemigo es invisible. Y puede hacer un daño infinito con sólo 10.000 dólares, como ocurrió en Madrid.
El terrorismo nació como una acción individual, como un hecho aislado. El prototipo podría ser Mateo Morral, aquel anarquista que lanzó una bomba desde la calle Mayor a la comitiva que desfilaba tras la boda de Alfonso XIII. Pero después se transformó en un instrumento de cambio político en manos de pequeños grupos organizados que se consideraban asimismo vanguardias. Las Brigadas Rojas, la banda Baader-Meinhof, ETA o los GRAPO son parte de ese fenómeno. La guerra era una cosa y el terrorismo, otra bien distinta.
¿Quién se acuerda a estas alturas de la historia de que hace 25 años alguien puso un bomba en la estación de Bolonia y murieron 85 personas? Primero se echó la culpa a las Brigadas Rojas, pero después todos los ojos miraron a la extrema derecha. El propio Vaticano, envuelto por aquellos años en turbios escándalos económicos, también estuvo en el centro de la polémica. Aquél salvaje atentado se enmarcó en lo que por entonces se llamó estrategia de la tensión. Se trataba de impedir que el Partido Comunista llegara al poder.
¿Se imaginan hoy que alguien calificara los atentados de Madrid, Nueva York o Londres como parte de la estrategia de la tensión internacional? En esto sí ha avanzado la humanidad. El terrorismo se presenta ahora sin tapujos. Las grandes potencias, la antigua Unión Soviética y Estados Unidos, que durante la Guerra Fría financiaron a todo tipo de sátrapas, están probando hoy su propia medicina. Rusia, en Chechenia y Moscú, y EEUU, en las Torres Gemelas.
La sociedad ha visto casi siempre el fenómeno terrorista por televisión. Y como estaba lejos, a nadie preocupaba. Pero ahora las cosas han cambiado. El terror viaja en los mismos trenes, en los mismos autobuses, en los mismos aviones o en los mismos vagones del metro en los que viajamos todos. Esa es la diferencia.
Pero no por eso hay que acabar con él. Hay que acabar con él porque toda la humanidad está amenazada. En Colombia, en Filipinas, en el País Vasco, en Argelia, en Líbano, en Palestina, en Israel... Y lo que no se puede hacer el mundo es hacer la vista gorda con los paraísos fiscales o con la venta de armas. Como han denunciado los expertos, el problema es que el terrorismo forma parte de los circuitos financieros; engrasa como el narcotráfico o el crimen organizado- la liquidez internacional.
Loretta Napoleón, una de las mayores expertas del mundo en financiación del terrorismo, suele recordar en sus artículos que Bin Laden se hizo con el 70% de Gum Arabic Ltd, una compañía radicada en Sudán que ostentaba prácticamente el monopolio mundial de la producción de goma. La goma arábiga se extrae de las acacias que crecen en Sudán, y se utiliza para que la tinta se adhiera al papel de periódicos, pero también como componente de ciertas bebidas refrescantes y como cáscara protectora de las chuches que comen los niños. El presidente Clinton quiso poner sanciones a Sudán en 1998 por sus conexiones con el terrorismo, pero los grupos de presión que representaban a los importadores estadounidenses, incluidos los editores de periódicos, le convencieron para que dejara a este producto fuera de la lista. El argumento que dieron no tenía desperdicio. Si EEUU no compraba la goma de Sudán, la mercancía iría a parar a Francia, y sus importadores la revenderían a EEUU con un sobreprecio. Finalmente, la empresa de Bin Laden quedó al margen del boicot. Faltaban tres años para los atentados de las Torres Gemelas.
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Extenso análisis
Lo que falta ahora es que te extiiendas en reflecionar el porqué casi todos los grupos terroristas son comunistas.
Mira, empieza por ETA. Eta, segun ella, quiere imponer el comunismo en el Pais vasco.
Luego podrías analizar el porqué casio todos los grupos terroristas estan armados con kalasnikov.
Ya has dado palo a uas, ahora empieza con los comunistas que solo los has tocado como de pasada...
Extenso análisis
Lo que falta ahora es que te extiiendas en reflecionar el porqué casi todos los grupos terroristas son comunistas.
Mira, empieza por ETA. Eta, segun ella, quiere imponer el comunismo en el Pais vasco.
Luego podrías analizar el porqué casio todos los grupos terroristas estan armados con kalasnikov.
Ya has dado palo a uas, ahora empieza con los comunistas que solo los has tocado como de pasada...
Veo
que no has entendido nada, no hablo de comunistas, socialistas o americanos, franceses, etc, hablo del terrorismo en general creado, alimentado, protegido y financiado por comunistas y por no comunistas, por un fenomeno que no es nuevo y que ahora en nuestros dias ha tomado otra dimension. Las principales potencias mundiales progresistas y democraticas lo han usado, los paises comunistas, socialistas tambien, pero en fin tu vives ofuscada/o en un solo tema, creo que deberias ampliar tu horizonte y asi podrias debatir con menos radicalidad y mas objetividad
txell