Estado de gracia
Juan Van-Halen
La sonrisa del presidente Zapatero vive en estado de gracia. Los acontecimientos pasan a través de ella sin romperla ni mancharla. Mientras el equipo de demoliciones hace su trabajo, no se dan explicaciones, pocos denuncian que un nuevo gobierno no construya y se limite a destruir. De todas las desgracias tiene la culpa Aznar. Más de cien días de dinamita dialéctica. Y nada más.
Hemos vivido una negociación caótica en Europa sobre el algodón, el aceite y el tabaco, y no se han visto protestas relevantes. Las comunidades que más tendrán que sufrir las consecuencias no se han echado a la calle.
Hemos vivido un gigantesco incendio en Andalucía mientras su presidente que preside el PSOE asistía a un concierto, y el presidente del Gobierno no se dignaba visitar la zona afectada. La Junta de Andalucía ha seguido una política de cerrojo informativo. Los ecologistas esta vez no han rechistado. Nadie ha asumido responsabilidades ni ha dimitido.
Hemos vivido el talante real del Gobierno y de sus ocasionales aliados todos contra el PP al negarse en bloque a algo tan simple como que la ministra de Medio Ambiente acuda al Parlamento a explicar todo lo relativo a ese incendio, la mayor catástrofe ecológica de nuestro país: más de 35.000 hectáreas calcinadas. Catástrofe más grave que el vertido del Prestige o el vertido de Aznalcóllar. Oscurantismo real frente al protagonismo parlamentario que se prometía.
Hemos vivido la decisión de enviar tropas a Afganistán, sin debate previo en el Congreso, que es lo que se había prometido, y ni se ha recordado. El asunto se debatió a toro pasado. Otra trampa. Sobre Iraq se celebraron numerosos debates en el Congreso y entonces no bastó. Nadie ha llamado asesino a nadie, a Dios gracias.
Hemos vivido la firma de un convenio internacional por parte de Marruecos sobre prospecciones petrolíferas que afectan a aguas territoriales españolas, y el presidente del Gobierno no ha torcido el gesto. Nadie se ha rasgado las vestiduras.
Hemos vivido la ocultación durante meses de la existencia de un segundo y tercer coche del 11-M, y recordamos las exigencias al anterior Gobierno para que informase al minuto sobre la investigación del atentado. Y todos contentos.
Hemos vivido afirmaciones y rectificaciones sobre todo y claridades sobre nada. Un día se rebate a Maragall y otro se firma el Pacto del atún en aguas de Menorca, nada menos que con el futuro constitucional de España al fondo. Y eso parece natural.
Y tantas cosas más. Y hay quien mira para otro lado. Y Zapatero, con su sonrisa irrompible. Está en estado de gracia. Pero un día tendrá que apostar por algo y empezar a pagar deudas políticas contradictorias entre sí. Algún día sabremos lo que el presidente piensa sobre algo.