lala nonona

Alfonso USSÍA

Es conocida la terrible costumbre de muchas familias de llamar Lala a la abuela. La de unos amigos míos llevaba un doble suplicio. Su mote cariñoso era demoledor: Nonona. La Lala Nonona fue una mujer riquísima. Sonreía a todos. Murió en la ruina. Para mí, que Zapatero es la reencarnación de Lala Nonona.
Heredó de su marido un patrimonio aparentemente indestructible. Una cuenta corriente fabulosa, decenas de miles de acciones, una veintena de pisos la mayor parte en el barrio de Salamanca de Madrid, y ocho mil hectáreas de tierras divididas en varias fincas. La buena de Lala Nonona tuvo cuatro hijos de su matrimonio. Y catorce nietos. Uno de los hijos le salió sinvergüenza, circunstancia habitual en las mejores familias. El trío restante de vástagos no destacó en nada, pero eran personas honradas. Honestas excepto en el deber vital del trabajo. Con rentas tan extraordinarias se podía vivir sin trabajar. Lala Nonona era muy dejada y sus hijos también. Lala Nonona huía de los problemas y todo lo arreglaba tirando de bolsillo o de talonario de cheques. Al cabo de unos años, entre los tres vagos y el sinvergüenza iniciaron el agrietamiento de la fortuna de la tonta de Lala Nonona. Aquel fantástico patrimonio heredado principió su caída.
La mema de Lala Nonona sentía predilección por el hijo forajido. Le daba cuanto le pedía. Los vagos protestaban, pero no se imponían. Lo primero que desaparecieron fueron las fincas. Le entregó el patrimonio territorial al sinvergüenza. Se rodeó de administradores necios y ladrones. Voló el patrimonio inmobiliario. Ella sonreía y entregaba. Le daba pereza revisar las cuentas y los gastos. Todo lo que su marido había conseguido con seriedad y trabajo, Lala Nonona lo derrochaba con simpática necedad. Los catorce nietos también hincaron el diente en la tarta. Entre los hijos vagos, el sinvergüenza, los nietos, y los administradores cretinos y ladrones, a Lala Nonona la dejaron en pelotas. Cuando se apercibió de la situación dejó de sonreír, pero ya era tarde. Se había arruinado, se habían arruinado tres hijos, se fumigó el patrimonio de sus nietos, se dejó robar por los administradores sin escrúpulos, sucumbió ante la necedad de sus consejeros idiotas y sólo el sinvergüenza, que además era soltero, sobrevivió a la ruina. El soltero se pasó la vida pidiendo y la boba de Lala Nonona, siempre sonriente, regalándole lo que pertenecía a los demás. Al final, el desastre.
Heredó una fortuna, sonrió dulcemente, se comportó como una irresponsable y una tonta, arruinó a los hijos que no protestaban, enriqueció al canalla, destrozó su patrimonio y entregó a quien no tenía derechos las tierras de sus antepasados. Se rodeó de tontos y de frescos y quebró. Nos gobierna Lala Nonona.

Feliz año a tod@s