Memos peligrosos
Por ALFONSO ROJO
En España no cabe un tonto más. Si albergan alguna duda, abandonen por unos minutos sus fuentes de información habituales y naveguen por el dial de la radio, la parrilla de televisión y las páginas de los periódicos.
Se quedarán pasmados. Y no ante la furia de los fanáticos musulmanes, sino ante la estupidez de los progres occidentales. En particular la de los españoles, que -una vez más- se han lanzado en tropel a vituperar al Papa y a defender a capa y espada el derecho a la ira de los islámicos.
Se trata de una faceta más de la mamarrachada general. Si un ex ministro del Gobierno de España, natural de Córdoba y candidato socialista a la presidencia de Generalitat afirma sin estar bebido que Rubianes es parte de la cultura catalana y que hay que exportarlo, cómo no va a aparecer en la Cadena SER un tipo de voz engolada asegurando que la yihad es el equivalente mahometano de la Teología de la Liberación cristiana.
Eso o que el verdadero peligro es monseñor Cañizares y despropósitos mayores. Y no son oyentes coñazo los que sueltan semejantes sandeces, sino periodistas de relumbrón, profesores de universidad, políticos de peso y artistas de renombre.
Es como si el personal hubiera perdido el sentido común. Aunque sólo fuera por su bien, a algunos y algunas, habría que recordarles que regímenes fieles cumplidores de ese credo que les parece tan auténtico y pacífico, ahorcan a los homosexuales y lapidan a las adúlteras.
Y no es algo que hagan a escondidas. En internet, en esas webs que sirven de pantalla a Al Qaida y replican televisiones como Al Yasira, hay colgado un texto que dice: Romperemos la cruz y derramaremos el vino... Alá ayudará a los musulmanes a conquistar Roma... Nos hará capaces de cortar el cuello... a los infieles y déspotas.
Benedicto XVI tenía más razón que un santo y soltó una verdad como un templo, cuando citó a Mahoma en la Universidad de Ratisbona y concluyó que la difusión de la fe religiosa mediante la violencia es algo irracional.
Dicho esto, es inevitable preguntarse la razón por la que proliferan los claudicantes, los que olvidan que vivimos en el seno de una civilización que garantiza la libertad, intenta proteger al desvalido, no discrimina por razones de sexo o raza y genera progreso, para respaldar a facinerosos que amenazan al Vaticano, degüellan rehenes, asesinan monjas y tratan a la mujer peor que al burro.
Lo único que se me ocurre, para explicar la proclividad musulmana de la izquierda europea, es que percibe el islamismo como una fuerza antisistema y por tanto como un engorro para Estados Unidos. Eso y que hay mucho tonto.