Pobre Incitatus!!! me ha llamado alucinado (yo ya le habia advertido de lo que pasaba) y este buen amigo mio de derechas (el dice que de centro), consciente de su labor como periodista ha dedicido publicar lo curioso de la historia de su amigo que un dia se le ocurrio ir a unas de esas tertulias que organiza la famosisisisima Zoe..
@Incitatus
Un jodío ataque de gota que me dio el otro día después de leer algo que dijo Ana Botella (*) me tiene a zumitos, a filetes de pavo y a tónicas (yo odio los zumitos y el pavo; lo de la tónica lo llevo algo mejor), lo cual quiere decir que salir por ahí de copichuelas con el escritor chileno-gijonés Lucho Sepúlveda y con mi adorada Silvia Fernández se ha vuelto, digamos, incómodo. Con Silvia no pasa nada, pero Lucho trasiega como un barquero del Vólgota, que hubiesen dicho Les Luthiers, y entre whiskazo y whiskazo me miraba con una cara en la que yo, zumito de melocotón en la mano, no podía dejar de advertir silenciosas pero patentes dudas sobre mi virilidad. Eso sí, Lucho sabe beber muy bien y jamás pierde ni la vertical ni el hilo de la conversación. Así que terminó haciéndome una pregunta que le roía las entrañas:
Inci, chaval, dime la verdad: ¿tú crees en los gafes?
Suspiré:
No. Yo creo en Mariano Rajoy.
Pues yo sí creo en los gafes. Hay gafes. ¿Tú conoces a Zoe Valdés?
¿La escritora cubana? ¿La de Café nostalgia? Claro, cómo no la voy a conocer. Bastante buena.
Pues es gafe.
No fastidies.
Te lo juro. Gafe perdida. Gafe peligrosísima. No te digo más, cada vez que habla en público se muere alguien.
Me estás tomando el pelo.
Que no, que no. Lo he visto yo. Y me lo han confirmado otros que también lo han visto. Hace poco estuve en la presentación de un libro suyo. Todo iba bien hasta que, a mitad de los discursos, no recuerdo ahora quién hablaba, un tipo se acercó a la mesa y le dijo algo al oído a Zoe Valdés. Ella se puso palidísima, interrumpió el acto y, temblando como una hoja, comunicó a los presentes que, según le acababan de confirmar, Fidel Castro acababa de hacer matar a no sé quién, creo que un preso, un amigo suyo. La cosa acabó allí, claro. La gente estaba impresionadísima.
Qué barbaridad, también es mala suerte.
Sí, sí. Pero es que varios meses atrás, en otra vaina parecida, otra presentación de libro u otra conferencia, pasó exactamente lo mismo: a mitad del acto, alguien hizo saber a Zoe Valdés que Fidel Castro acababa de mandar matar a otro amigo suyo. Ella, al borde del desmayo, se tuvo que marchar.
Hombre Desde luego, nadie duda de la capacidad asesinatoria de ese miserable, pero, ... #8230; Dos de dos
Es que no son dos, Inci. Me contaron que hace tiempo, en una historia de chinos, no sé si era en China o si lo organizaban los chinos en otra parte, volvió a pasar. Por la mañana tenía que hablar Zoe Valdés y, zas, a mitad del asunto, el tipo que se sube, le cuenta que hay otro muerto, ella que casi se derrumba y susto general.
Pero, pero, pero
Y por la tarde de ese mismo día, otra vez. Ella tenía otro acto y hubo otro asesinado por Fidel.
Hombre, Lucho, sería el mismo.
No, no, no. Eran chinos distintos y un muerto distinto. Cada vez que esta mujer habla en público, Fidel manda matar a alguien. Es una gafe de lo peor. Yo creo que, como siga dando conferencias por ahí, Cuba va a acabar de gente como la Antártida.
Y todo esto ¿por qué no se sabe, por qué no lo dicen los periódicos?
Bueno, no sé Lo dice ella delante de todo el mundo, ¿no?
Ya veo, ya.
Tengo muy clara mi opinión sobre ese sátrapa que mantiene a los cubanos no sólo en la opresión sino también en la miseria. Pero creo que me va a costar trabajo volver a leer algo escrito por Zoe Valdés, esa mujer que, una de dos: o es una gafe del tamaño de la torre Eiffel, o, en su afán de jorobar a Castro, está convencida de que todos somos imbéciles. Eso sí: el próximo acto en el que ella intervenga y al que yo pueda asistir, no me lo pienso perder por nada del mundo. Llevaré corbata negra, por si acaso.
*(que Madrid se quedó sin Juegos Olímpicos por culpa de Zapatero, que debía haberse puesto en pie cuando aquel día pasó ante él la bandera norteamericana y se quedó sentado, el muy. Y ahora lo pagamos, claro
(
