Veremos si el Pigdemont de las narices, tras la fanfarronada, se atreve a lanzar a su piara, metafóricamente hablando , a la tarea de desobedecer la Constitución y los tribunales. Capaz de hacerlo seguro que es, dado su perfil que ha demostrado repetidamente en su vida política.
La duda que surge es saber cuál será la respuesta del Estado, si se pasa de las baladronadas a los hechos de una puñetera vez.
La investidura del tal Pigdemont quizá ha preocupado a muchos catalanes de bien, pero quiero tranquilizarlos, no ha sido un mal día para quienes no creen en el Edén de estos delincuentes golpistas. Siguen cavando su fosa.
¡¡Ira y Fuego!!