Por CARMEN MARTÍNEZ CASTRO
La extrema derecha se ha cobrado otra víctima en la persona del desvalido y vilipendiado Pepe Rubianes. El actor, siempre tan delicado y sensible, ha renunciado -¿estamos obligados a creernos tan diplomática versión?- a presentar en el Teatro Español de Madrid su último montaje ante el agresivo y desmesurado ambiente creado. Mario Gas, el otro artista metido a gestor que tuvo la feliz ocurrencia de contratarle, se está pensando renunciar al sueldo que le pagamos los madrileños preocupado por la fragilidad de la libertad de expresión y Alicia Moreno, responsable política de la avería, lejos de pedir disculpas la ha emprendido contra los medios de comunicación por haber suscitado semejante estado de crispación. Estamos ante un prometedor trío dispuesto a unirse al coro de víctimas que hasta ahora tenía en Suso de Toro su solista principal.
Supongo que a esta hora los previsibles abajofirmantes ya han suscrito el previsible manifiesto de apoyo al actor; volverá la España negra, la temible Inquisición, la brigada político-social y, por supuesto, los asesinos de Lorca, el muerto al que mayor rendimiento le han sacado una tropa de vivos. Pero Lorca no tiene nada que ver con esto: jamás insultó a España y Rubianes sí. En TV3 no le habían preguntado por los asesinos del poeta, sino por el Estatuto de Cataluña, y más concretamente por quienes se oponen al proyecto. Ese y no otro era el contexto de sus palabras. La ... España y todo lo que vino detrás en el famoso rebuzno, no sé si cómico pero indudablemente agresivo y desmesurado, no estaba dedicado a un bando de la guerra civil sino a millones de ciudadanos que defienden el principio constitucional de la unidad de España. Sus disculpas posteriores -hemipléjicas y cobardes- sólo sirvieron para confirmar la perversión del discurso: pidió perdón exclusivamente al pueblo español progresista. Quienes superamos ese sarampión mental hace años seguimos por tanto ofendidos.
Declaraciones como las de Rubianes y otras menos agresivas y desmesuradas aunque igualmente sectarias cebaron los episodios de violencia durante la campaña del referéndum del Estatuto catalán. Representantes del Partido Popular y Ciudadanos por Cataluña tuvieron que realizar sus mítines protegidos por la policía, pero nadie se alarmó entonces ante la fragilidad de la libertad de expresión. Ahora Rubianes reconoce que no puede trabajar mientras en la puerta hay reventadores con banderas. Mariano Rajoy y Arcadi Espada deberían enviarle ahora mismo un telegrama con este escueto texto: Bienvenido al club.
Los ataques que sufrieron los populares y los intelectuales no nacionalistas en Cataluña fueron tan reales como los insultos de Rubianes en TV3, sin embargo la violencia que ahora denuncian el actor y sus mentores es tan vaga e imprecisa como sus disculpas.
Nuestros artistas acaban de estrenar un nuevo espectáculo: La persecución imaginaria.