Desconocía la intrahistoria de la palabra misoginia; hasta que ante mí brotó en el tintineo de su mirada, una mirada que imaginaba eternamente punzada.
Me sumergió en la profundidad de unos ojos que tenían prohibido expresar sentimientos. Un patriarcado en carne viva desmembró su felicidad.
Me contó que hay quien busca en la noche familias de segunda mano con injusta desaprensión.
Por eso siempre reproducía la misma pasión censurada. Intentando expulsar heridas, fallas y sexuales clausuras.
Me dijo que su emoción involuciona; que sólo es costumbre y que por obscena nostalgia se revuelca contra ella. Que hace tiempo que cambió el mucho que perder por el poco que sobrevivir.
Que las relaciones desiguales le impusieron crueles complejos machistas. Que por eso tiembla.
Conmigo destapó una versión de ella que ya no recordaba. Porque su imposición era pesada y manipulaba ideas contradictorias.
Los comienzos de marzo le ayudaban a hablar en futuro. A entender que es posible aislarse tibia de un mundo enfermo mientras contemplas el vaivén embotellado del agua.
Juntos compartimos abiertas nuestras compuertas. Echamos horas en vida. Y libramos nuestros miedos en domingos infinitos.