asepsia ante la muerte de Juan Pablo II
Me cuentan que el pasado sábado por la noche, unos minutos después de conocerse la noticia de la muerte del Papa Juan Pablo II, la vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, llamó al presidente Zapatero y le preguntó: ¿Qué hacemos?. A lo que éste, sin muchos rodeos, respondió: Lo justo.
Pues bien, lo justo, a veces, es lo más injusto. Lo justo, cuando se trata de algo que afecta a la inmensa mayoría católica de un país, cuando se trata de un acontecimiento que, como llevamos viendo toda la semana, ha provocado lo que algunos llaman un tsunami espiritual por todo el mundo, se queda corto, muy corto. Lo justo, cuando vemos la imagen de tres presidentes norteamericanos no católicos Bush padre, Bush hijo y Bill Clinton- y la todopoderosa Condoleezza Rice arrodillados ante el cuerpo presente del Santo Padre muerto, mientras en el Congreso de los Diputados se dedica un minuto de silencio al que no asisten ni Zetapé ni sus ministros y algunos diputados del PSOE, IU y ERC se quedan sentados, es una ofensa a los católicos, además de una falta de respeto que demuestra que la educación de algunos está al nivel de suelo, por no decir en el subsuelo.
Lo justo es, en efecto, enviar un telegrama de condolencia igual que se envía tras la muerte del Príncipe Rainiero o de cualquier otro Jefe de Estado. Lo justo es dedicar un día de luto por el fallecimiento del líder espiritual de millones de españoles, porque si no fuera así, si no hubiera tantos católicos españoles, no habría tenido ni eso. Lo justo es no llamar al presidente de la Conferencia Episcopal para cambiar el lugar de la cita del martes y mantenerla en La Moncloa en lugar de trasladarse el presidente a la sede de los obispos y firmar en el libro de condolencias.
Lo justo es no hacer declaración alguna y, sólo ante las preguntas de los periodistas en el pasillo del Congreso de los Diputados el miércoles por la tarde, decir que no ha hablado antes porque no ha habido ocasión. Ya. Y que el martes tras reunirse con Blázquez en Moncloa no hizo una declaración porque Blázquez no quiso. Seguro. Y que el Papa era un hombre comprometido con la paz y la solidaridad sólo le faltó añadir que también con la Alianza de Civilizaciones-. Y, dicho eso, como en una erupción volcánica, abrir paso a la lava laicista: No me gustan las competiciones ni las exhibiciones en los duelos. A eso se reduce, para el presidente Zapatero, lo que llevamos visto y lo que veremos hoy en los funerales: un impresionante peregrinar de almas que quieren dar su último adiós a un Santo.
Lo justo es demostrar una absoluta asepsia, un calculada indiferencia ante uno de los hechos que más emotividad está haciendo aflorar entre los hombres y mujeres de este país católico y aconfesional llamado España, hasta el punto de que ese mismo miércoles por la tarde en el Congreso era de esas ocasiones en que uno, allí presente, se daba cuenta de que, entre esas cuatro paredes, había muchos de nuestros supuestos dirigentes políticos que estaban completamente al margen de lo que, de verdad, en ese momento estaba, y está, viviendo una inmensa mayoría de ciudadanos que llora la ausencia de Juan Pablo II.
No por nada, tras Polonia, el nuestro es el segundo país que más peregrinos aporta estos días a las colas que recorren la Ciudad Eterna para ver a un Papa que será eterno en muchos corazones. Lo justo será ver hoy al presidente Zapatero, con esa sonrisa plástica, al lado, por razones de protocolo, de la delegación estadounidense presidida por Bush que ha ido dos días antes a honrar la memoria de un hombre que le plantó cara, pero al que sabe que le debe, le debemos, buena parte de la libertad de la que hoy goza el mundo.
Y no busquen más razón en esta actitud que la puramente derivada de la precariedad ideológica de un presidente que tiene puesto el faro de su conducta en el laicismo y en la revancha de lo ocurrido hace un porrón de años con la Guerra. Porque ni siquiera me atrevo a decir que sea un socialista radical, sino simplemente un radical militante socialista al que le unen más simpatías con el otro gran laicista de la Europa de nuestros días, Jacques Chirac quien, sin embargo, ha respondido con mucho más sentido común a lo que está ocurriendo-, que con sus propios correligionarios del socialismo español.
Algunos de ellos, en privado, aseguran no entender muy bien por qué el presidente Zapatero no aprovechaba las circunstancias actuales para demostrar que su talante va más allá de salir en la portada de la revista Zero, asistir a la gala de los Goya, al estreno de Mar Adentro, a homenajear a Santiago carrillo, uno de los mayores genocidas de la historia de España, y haber tenido un gesto de verdadera cercanía hacia el dolor que hoy sienten fieles católicos de todo el mundo y no católicos- y de España, entre ellos una buena parte de sus votantes. Será que Dios no le dio las suficientes luces