Cuando era mas joven pensaba que toda mi vida seria un continuo presente, un aquí y ahora infinitos, y que todas esas preocupaciones, responsabilidades, y sacrificios que conlleva la madurez nunca me llegarían. me sentía hecha de una pasta especial, que me ayudaba a deslizarme y permanecer siempre con la cabeza, los ojos y el corazón cerrados ante semejante agobio que se avecinaba lentamente y con una constancia demoledora . Y a si pasaban mis días felizmente. llenos de amigos, risas, alcohol, drogas y autodestrucion. Todo producto de mis ansias de que cada momento fuera meteórico, como si fuera la ultima vez que tendría la oportunidad de exprimir la vida y a si ganarle la partida riendome de ella, sintiendo dentro de mi como si explotasen un millón de estrellas. Dejando el placer de las pequeñas cosas solo para un puñado de mortales carentes del don con el que yo había sido bendecida.
Pero la vida es una vieja astuta y rencorosa. Dotada de una inmensa memoria y unas grandes ansias de venganza para aquellos que no se la toman enserio y le exigen mucho en un corto plazo de tiempo sin querer darle nada a cambio. Y lo primero que hizo fue quitarme mi don, esa magia que me hacia diferente y especial. Dejando mi interior vacío y absurdo descubierto ente los ojos de los demás, viéndome todo el mundo como una eterna perdedora, un simple artificio que yo había estado creando por mi falta de tenacidad y valentía para jugar limpio con ella. Pero se desisto y me dejo una salida, Se olvido de llevarse las drogas, aquellos pequeños receptáculos cargados de grandes dosis de felicidad intensa e instantánea. Y a si seguí riéndome de ella durante un tiempo donde mi cabeza siempre se encontraba a mil años luz. hasta que un día algo exploto dentro de mi robándome la respiración y llenándome de pánico, fue tan grande la explosión que su onda expansiva me llevo a la cama de un hospital, y mi corazón se volvió loco y decidió que no quería saber nada mas de mi. que aparir de entonces iría por su cuenta tomándome como modelo a seguir, y decido que en una hora latiría las mismas veces que en un año, y se lanzo a realizar su carrera mortal. No recuerdo a ver tenido tantas ganas de vivir como entonces. Tumbada en aquella fría sala de hospital y bajo aquella luz blanca y aterradora me di cuenda de que cierto es eso que dicen que no valoramos lo que tenemos hasta perderlo .Para mis adentros empecé a pedirle un desesperado perdón, una ultima oportunidad, y jurarle mil propósitos de enmienda. y sin merecérmelo me escucho. Reconciliándome con mi corazón. Todo aquel viaje al infierno que me izo verle los dientes afilados a la muerte, me cambio y me aclaro situándome con una dolorosa caída en el mundo real, me convirtió en una persona que sabe esperar siempre acompañada de la constancia, y descubrir un montón de cosas que me llenan con un plácido goteo. Y a comprender que la felicidad esta echa de breves y escasos momentos que nos cargan de energía para seguir en esta mundo sin sentido, a veces cruel e injusto, pero lleno de una gran belleza, que solo se puede ver cuando se tiene tranquilidad y la menté clara para pararte a contemplarla sin miedo.
