El Pueblo madrileño sufre de forma injusta y cruel la opresión y ocupación española desde hace siglos. Sin embargo, el propio vigor de la cultura y el hecho diferencial madrileños han permitido la pervivencia de nuestros valores ancestrales, aunque en la actualidad éstos se encuentren seriamente amenazados.
La historia de la Tierra de Madrid ofrece abundantes ejemplos en que los derechos legítimos del pueblo madrileño son conculcados por segovianos, abulenses, toledanos y pobladores de otras regiones ibéricas colindantes. Significativos son los intentos por parte de los segovianos de arrebatar al pueblo madrileño la zona del Real de Manzanares durante los siglos XIII y XIV, impulsados por la política expansionista del clero y el concejo de Segovia. O la ocupación que el Arzobispado de Toledo ejerce sobre diversas áreas del oriente madrileño durante un largo periodo de tiempo, apoderándose de Alcalá y Aranjuez entre otras localidades.
El largo camino hacia la defensa de su personalidad y sus derechos territoriales los inicia Madrid en 1202, en que consigue de Alfonso VIII la concesión del Fuero Viejo. Es más tarde, en 1262, que es promulgado por Alfonso X el Fuero Real que ratifica el carácter de realengo de la villa. El Fuero Real es ratificado por Alfonso XI en 1339, desarrollándolo a lo largo de 109 capítulos, y Madrid se constituye como concejo. Es entonces cuando la presión de diversos señores feudales españoles se hace sentir, en un intento por arrebatar la libertad del pueblo madrileño. Tras el asesinato de Pedro I por parte de los partidarios de Enrique de Trastámara, éste último cede contra la voluntad del pueblo madrileño diversas zonas de Madrid a aquellos nobles que le han apoyado en la contienda: Torrejón es entregado a Pedro Álvarez de Toledo, mientras Alcobendas, Barajas y Cobeña eran cedidas a Pedro González de Mendoza en 1369, que también acabaría recibiendo el Real de Manzanares. Esta cadena de injusticias se lleva al extremo cuando cuando Juan I concede la propia villa de Madrid con sus rentas a León V de Armenia. La fuerte oposición desatada entre los madrileños obligó a Juan I el 12 de octubre de 1383 a asegurarles que tal cesión del señorío sólo sería durante la vida de León V de Armenia. En 1391 las Cortes reunidas en Madrid bajo el reinado de Enrique III, y bajo la presión de los madrileños, una vez muerto León V, consiguieron la revocación del señorío, a cambio de lo cual Enrique III obtuvo las rentas adjudicadas a León V y el sitio de El Pardo como residencia real y coto de caza. El abuso del pueblo madrileño prosigue, pero no sin que éste presente una resistencia decidida. Es así como, cuando en 1470 Enrique IV pretendió enajenar algunos dominios de Madrid, la respuesta del concejo fue tajante, oponiéndose el 21 de agosto de 1470 el concejo en pleno a cualquier enajenación: "en que en esta dicha villa nin en sus terminos e lugares e jurisdicciones e propios nin parte dellos sea enagenado en ninguna persona que sea por título de donación nin merced nin satisfación nin mención nin por otro título". La falta de respeto por los derechos del pueblo de Madrid manifestada por los monarcas españoles al ceder diversas partes de su territorio a diferentes nobles extranjeros, se muestra también en la voracidad de los reyes ante los recursos forestales y cinegéticos de nuestra tierra. Tras apoderarse del monte del Pardo los funcionarios reales intentan durante los siglos siguientes arrebatar al concejo la Dehesa de la Villa, pero aquél se defiende con firmeza y frustra los designios reales.
Sin embargo, el momento que marca el desastre para la libertad del pueblo madrileño no tarda en producirse: en 1561 Felipe II decide trasladar de manera definitiva la corte a Madrid. Desde entonces, Madrid sufre las consecuencias del nefasto sistema político que los monarcas invasores y sus cortesanos establecen en su territorio, impidiendo el desenvolvimiento del pueblo madrileño. Efectivamente, la monarquía y su funcionariado y la aristocracia tejen una red de dependencias y subordinaciones, que pretenden limitar las posiblidades de desarrollo económico político y social del pueblo oprimido, previniendo de esta forma la rebelión. Es significativo que, a la altura de 1757, entre la nobleza propietaria y la Administración Real se concentraba el 58,94 por 100 de la renta. El pueblo madrileño se ve de esta forma sumido en la miseria y limitado a satisfacer sus necesidades más elementales, mientras observa cómo otras ciudades como Barcelona o Lyón se encuentran en condiciones de alcanzar nuevas etapas en su crecimiento económico.
En 1833, bajo el reinado de Isabel II, Javier de Burgos establece sin consentimiento del pueblo los nuevos límites de la provincia de Madrid. Bajo esta nueva división administrativa, aunque se recuperan algunos territorios anteriormente ocupados por Guadalajara (Buitrago, Bustarviejo y el valle de Lozoya), otros ocupados por Toledo (Aranjuez, Colmenar de Oreja, etc) y otros en manos de Ávila (términos de Valdepelayos y Valdequemada), se desposee al país de los términos municipales de Casarrubios, Esquivias, Méntrida, Seseña y Torre de Esteban Ambrán (que son anexionados por Toledo) y de la comarca de Zorita (que ocupa Guadalajara).
La ocupación de Madrid llega hasta nuestros días, habiéndose visto nuestro país implicado en acontecimientos del estado español que en nada importan de verdad a los madrileños. Así, Madrid ha formado parte involuntaria de la Guerra Civil Española, conflicto extranjero en el que, sin embargo, la ciudad sufrió una terrible destrucción. La dictadura del general gallego Francisco Franco supuso también una época nefasta para Madrid, al igual que los sucesivos gobiernos que han formado parte de la supuesta democracia que padecemos. Es así como hemos sido gobernados por abulenses (A. Suárez), andaluces (F. González) y vallisoletanos (J. M. Aznar), que no respetan las necesidades de nuestro pueblo y sus legítimas aspiraciones de libertad.
Partido Madrileño de Liberación