Los fanáticos terroristas pervierten la religión para cometer sus odiosos atentados: la religión es víctima del fanatismo. Ahora los homosexuales condenan la intolerancia de la Iglesia y hacen chantaje para tapar la boca a la verdad: la Iglesia es víctima de la intolerancia. Un mundo al revés. El llamado lobby carmesí avanza poderoso lanzando botes de humo, y su actitud ha pasado en pocos años del tímido desinhibicionismo al exhibicionismo tierno, y ahora a la exultante procacidad.
La estrategia homosexual avanza inexorablemente de país en país, y en estos momentos da otra vuelta de tuerca a la opinión pública en España. El sacerdote que sale del armario con gran estruendo, y a la vista de todos los telespectadores, se suma al manido orgullo gay, y al enésimo intento del derecho de adopción por parte de parejas homosexuales: son modos de cumplir una estrategia ya planificada. No deberíamos caer en la trampa del terrorismo psicológico que acusa de intolerante y presiona a la Iglesia para que aplauda un desorden moral objetivo. Ya se llevaron por delante al Card. Bernardin, acusado falsamente y verdadero mártir del lobby ; ahora lo intentan con otros. Hay toda una estrategia que dosifica noticias de homosexuales para hacerse omnipresentes en la opinión pública, como si fuera el gran problema de la sociedad y su número fuera casi infinito, como el de los necios, al decir de la Escritura. Porque la presencia habitual de temas y personajes homosexuales en el cine y en la televisión no es proporcionada a la realidad de sus problemas.
Hace años que destacados representantes de la comunidad homosexual planearon su estrategia para ganar la batalla de la normalidad frente a las familias y a las iglesias. Pueden reducirse a tres sus objetivos:
1. Insensibilizar al público para que vea la homosexualidad como algo normal, y para ello hablar mucho sobre el tema y hacerlo en términos favorables.
2. Insistir en que los gays son víctimas de los intolerantes y poner de su parte a la opinión pública.
3. Presentar a la Iglesia católica y a los defensores de la familia como fanáticos para que sientan vergüenza por su alta valoración de la normalidad.
La televisión ha sido el caballo de Troya para introducir en los hogares personajes homosexuales, su mejor arma secreta en la batalla por insensibilizar al público. Ante el personaje surge la pregunta ¿cuánto le dan por su infidelidad a los compromisos adquiridos? Y otra pregunta más importante es ¿qué puede hacer la mayoría de la gente? Primero sería no cegarse los ojos con los botes de humo y mantener los ojos limpios para darse cuenta de que se está ejercitando un terrorismo psicológico sobre la Iglesia para que cambie su doctrina moral y el celibato. Lo segundo comprometerse seriamente en la defensa de la familia, amenazada por una cultura hedonista y la relativización de los valores, que es responsabilidad de todos. No se trata de plantear un conflicto entre defensores y contrarios a la homosexualidad, pero sí hay que resistir a la presión del lobby carmesí. Hay que actuar con verdad y claridad para defender la santidad del sacerdocio católico y la santidad de la familia para el bien de nuestra civilización, por el futuro de nuestro hijos.
Jesús Ortiz