Estoy todo el día como viviendo desde fuera. Siento que todo lo que hago es ver como se va el tiempo. No hago nada más que observar y ser una autómata. Mí vida se rige por el deber y hace mucho que perdí la capacidad de disfrutar. Hay momentos en que estoy hablando de algo y hasta me siento extraña, como si fuera que hay otra persona en mí lugar.
A veces siento las cosas muy intensas y otras veces no siento absolutamente nada. Detesto las dos cosas, aunque ser indiferente es lo menos doloroso. Nunca nada estuvo bien y siento que nunca nada va a estar bien. Estoy perdiendo la esperanza, con cosas que en algún momento crei que iba a poder hacerlas y ahora las veo tan lejanas. Siento que me pierdo y cada vez se me hace mas difícil encontrarme. No le encuentro sentido a nada. Solo venimos a vivir a este mundo y unos pocos afortunados son felices. Otros pasan 20 años sufriendo desde que tienen uso de razón (abusaron de mí desde los 4 años hasta los 8), siento que cada día me quiebro en mil pedazos y cuando justo algo bueno pasa en la vida te golpean los años de resaca de depresión acumulada que no se pueden expresar, porque nadie quiere ni entiende a las personas que están tan destruidas que hasta ni siquiera se sienten dignas de ser felices. Técnicamente ya perdí un tercio de vida sufriendo, teniendo en cuenta que la expectativa de vida es más o menos hasta los ochenta o noventa. La infancia triste, la adolescencia peor y la adultez (con todos los problemas económicos y maritales, el estrés y responsabilidad con los hijos, aún me quedan más problemas y tristezas por delante) la verdad que no se si voy a poder con eso. Siento que no puedo ahora con nada, y son las 4 de la mañana y todavía no puedo dormir. A veces extraño esa relación inexistente entre mí mamá y yo, esa relación en la que tengo contado los abrazos (por compromiso) con los dedos de la mano. No se porque nunca entendió lo importante que eran los abrazos para mí, mí papá me daba unos que otros cuando volvía de sus viajes interminables de trabajo y lo llegué a querer mucho, aunque casi nunca estaba. Sin embargo lo quería más a el que a mí mamá (madres, tomen nota:un abrazo puede salvar la vida de sus hijos, un abrazo puede hacer que un niño víctima de abuso sexual hable sobre lo que le pasa, un abrazo conectar y crea lazos, confianza, autoestima).
Ahora que crecí me di cuenta que mi papá, aunque me abrazaba, no era la persona que creí que era y admiraba (me volví a decepcionar. Él no abuso de mí, esos fueron mis hermanos).