Lo suscribiría íntegro (y lo hago) este artículo, sin quitar ni una coma. Un ejemplo de imparcialidad y realismo. Para mi, claro. Que no suelo ir con "careta". Desde hace tiempo...
Los nuevos españoles
Por M. MARTÍN FERRAND
MARIANO Rajoy, en uno de sus escasos aterrizajes en las pistas de lo concreto, ha dicho que, en materia de inmigración, el Gobierno socialista no podía haberlo hecho peor. Se queda corto el líder de la oposición. Treinta meses de experiencia nos demuestran que José Luis Rodríguez Zapatero es una espiral hacia la catástrofe. Dejando al margen las cuestiones económicas, que se mueven en otro plano y bajo distintas coordenadas, podría decirse con propiedad que, en el orden de las libertades, el entendimiento de la Nación y cuanto respecta al respeto de las esencias constitucionales, España está hoy peor de como estaba el 14-M y que si ello no salta a la vista es por dos razones concretas: nunca el poder había utilizado con tanto talento y eficacia la máquina de la propaganda, el maquillaje de la realidad, y jamás la oposición se había comportado con tanta debilidad e incoherencia. Entre liberticidas anda el juego y de ahí la creciente distancia entre la ciudadanía y quienes dicen ser nuestros representantes por haber surgido de esos paquetes electorales con que nos engañan y nos engañamos.
El asunto de la inmigración, que es al que íbamos, es la consecuencia de un parto de nalga. Vino mal, se atendió peor y el fruto está ahí. En sus orígenes, cuando España comenzó a ser foco de atención para los desesperados de tres continentes, en el aznarismo, el Gobierno reaccionó mal y no conviene olvidar que en los ocho años de José María Aznar se produjeron cinco -¡cinco!- regularizaciones de emigrantes ilegales como las que ahora le reprochamos a Jesús Caldera. Conviene añadirle a la memoria del caso que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero se ha limitado a seguir la inercia de sus predecesores sin más modificación notable que ir ajustando normas y conductas al volumen que adquiere el fenómeno.
No parece que el problema migratorio sea para grandes formulaciones partidistas e ideológicas. Visto de fronteras para dentro -hacia el exterior exige una acción internacional conjuntada-, es uno de los, afortunadamente no muchos, que, por su gravedad e influencia cotidiana en la ciudadanía, requieren el consenso de las fuerzas parlamentarias. Resulta escandaloso, y denota bajeza por ambas partes, que el PSOE y el PP utilicen el caso para aporrearse entre sí. Es exigible el aparcamiento de cualquier tentación demagógica y, sobre el eje del interés de la Nación, propiciar un marco de integración para quienes, legalmente y no de otro modo, vengan aquí para ayudarnos con su trabajo al desarrollo y el progreso. Inmigrantes, sí; colonizadores, no. Una buena acogida a quienes, por el hecho de estar aquí, deben tener plenos derechos cívicos y asistenciales exige la contrapartida de su adaptación a los modos que marca nuestra cultura y exige la tradición. Los inmigrantes que no aspiren a ser nuevos españoles, no interesan.