El bigote en la Casa Blanca
No sé a qué esperan los jóvenes coroneles del PP para firmar un manifiesto reconociendo los errores del Gobierno de Aznar en la guerra de Iraq. Esa guerra que los ha conducido a la derrota en las elecciones y que los mantiene bloqueados y en muy mala posición de cara a las elecciones europeas del 13 de junio. Pero en el PP nadie se mueve, no toca, porque Aznar, el actual presidente del partido, sigue al mando e influyendo en sus huestes mucho más de lo que parece y de lo que prometió cuando anunció su retirada. Y ahora, con su visita a la Casa Blanca y su entrevista con George Bush, en pleno debate sobre las torturas de Iraq, va a empeorar la situación de los suyos.
Ya se lo dijo Aznar a su amigo Bush: Cuando te encuentres solo, siempre tendrás un bigote a tu lado. Y allá va el bigote de Aznar para ayudar a Bush en su soledad por la crisis de las torturas de Iraq que puede acabar cobrándose la cabeza del secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, y que pone, más si cabe, en entredicho la guerra de Iraq.
Un conflicto que va a ocupar el centro de los debates sobre la política exterior y europea de los comicios europeos, a instancias del PSOE y del conjunto de la izquierda. Y que, por parte del PP, tiene difícil respuesta aunque el jefe de filas de los candidatos populares, Jaime Mayor Oreja, ya le enseñó los dientes a José Borrell al recordar las torturas y los asesinatos de los GAL, ocurridos durante los pasados años de los gobiernos de Felipe González, y por las que fueron condenados el ex ministro Barrionuevo y altos cargos del Ministerio del Interior, como el encarcelado general Galindo, a quien, curiosamente, se le atribuye una buena relación con Mayor.
El bigote de Aznar visita hoy el despacho oval de su amigo Bush y planea sobre el presente y el futuro del PP. Y veremos si no acaba por aparecer en los mítines de las elecciones europeas, que van a ser mucho más calientes y duras de lo que se pretende en un principio. Y ello por más que Zapatero insista en afirmar que estos comicios no se deben ver ni considerar como una segunda vuelta o revancha de las elecciones generales del 14- M. Porque ésa será la lectura final, diga lo que diga Zapatero.
El bigote de Aznar no es el de Franco, ni el de Groucho, ni el de Hitler, ni el de Dalí, ni el de Charlot. Es un bigote muy a la española, más bien turco que de la Guardia Civil. Es un bigote que tapa un labio con dificultad para hablar y que, ante la calculada u obligada ambigüedad de Rajoy, está a punto de reaparecer en la escena española con su rictus de bronca y de firmeza, no sabemos si para levantar el ánimo de sus huestes o para regresar al liderazgo del PP del que nunca se acaba de marchar.
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