Zapatero ganó el debate por goleada, la prueba está que al final Rajoy pidió más tiempo, es decir, ¿no tuvo el suficiente para noquear al contrario?
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Elplural
31/05/2006
El líder conservador pareció descubrir la Revolución francesa
Rajoy se dio de bruces no con el tonto solemne, sino con el bambi de acero
Son ustedes profetas del desastre y, además, son un desastre como profetas, afirmó ayer un crecido Zapatero dirigiéndose a Mariano Rajoy durante el debate sobre el estado de la nación. El líder del PP -quien se mantuvo la primera parte de su intervención en posiciones lógicamente críticas aunque moderadas en la forma- subió el diapasón hasta alcanzar niveles muy tensos cuando abordó la cuestión territorial con singular énfasis respecto al Estatut. Pero Rajoy se dio de bruces no con el bobo solemne por él descrito de modo torpe hace meses-, sino con el bambi de acero en el que se ha convertido ZP.
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La falsa leyenda
Este episodio será probablemente aprovechado, si no lo ha sido ya, por algunos truhanes mediáticos para ensanchar la falsa leyenda, en la actualidad tan en boga, de la supuesta persecución de la que es objeto el PP. La famosa detención de los dos militantes forma parte de la obsesión. Esta situación es insostenible, clamó Rajoy en un momento del debate, acusando al Gobierno de perseguir a mi partido.
La pataleta
Terció el portavoz del Grupo parlamentario del PP, Eduardo Zaplana. Marín le replicó con la contundencia de los datos y con la fuerza que le daba el hecho de que por primera vez se había ensanchado para la ocasión presente- el tiempo de las dúplicas al jefe del Ejecutivo. Este modelo de debate lo introdujo, por cierto, el Gobierno de Felipe González el año 1983. ¿Por qué Aznar no lo modificó concediendo más cancha a la oposición? Tuvo ocho años para hacerlo y no lo hizo. La pataleta de Rajoy resultó patética. Así no se puede hacer un debate sobre el estado de la nación, sentenció no sin antes retar a Zapatero a un debate monográfico y con los tiempos similares para ambos- sobre algunos temas de actualidad.
Enfado sintomático
A la derecha española le sucede que acostumbra a llegar siempre con demasiado retraso a citas importantes. Hubiera podido llegar cómodamente, y con indiscutible ventaja moral, al desafío parlamentario de ayer si Aznar hubiera ampliado el tiempo a la oposición en los debates anuales sobre el estado de la nación y luego los hubiera recortado Zapatero. Pero este acontecimiento no deja de ser un enfado anecdótico o, si se prefiere, sintomático. Más grave es, desde luego, que Rajoy llegara, un año después, a cumplir con su papel de opositor responsable.
Más vale tarde
En el debate de la primavera de 2005, el PP votó no a la posibilidad de tantear el camino del diálogo con ETA, propuesto por Zapatero con la condición de no pagar ningún precio político. Ayer el máximo dirigente conservador, a iniciativa propia, se sumó al cortejo. Más vale tarde que nunca porque su rectificación del mes de marzo a raíz del anuncio del alto el fuego- daba la impresión últimamente, oyendo las declaraciones de Acebes, Zaplana o Mayor Oreja, de que se había evaporado.
Una lección a los presentes
Para atacar las reformas estatutarias, Rajoy pareció que descubría ayer, dos siglos largos más tarde, la Revolución francesa. Se puso solemne y dijo impávido, como si impartiera una lección a los presentes: España no es una nación de naciones. Es una nación de ciudadanos, de voluntades individuales. Aquí no votan las naciones o los territorios. Sólo votan los ciudadanos. En lAncien Régime, antes de 1789, no había siquiera ciudadanos; había súbditos. Por fortuna, y al margen de la II República que tanto irrita al PP-, en España hace más de 25 años que hay elecciones. Y tanto en las generales, como en las autonómicas, como en las municipales, son los ciudadanos, en efecto, los que votan.
Y sin Moncloa
Votan, sí, los ciudadanos y a veces hasta derriban democráticamente Gobiernos. Así acaeció el 14 de marzo de 2004. Vd. mismo, señor Rajoy, se quedó compuesto y sin Moncloa. Pronto, si sigue a este paso, se quedará únicamente con la nostalgia. Por su parte, Aznar no se ha repuesto del susto ni se ha curado de su resentimiento. Por cierto, y como le recordó Zapatero desde el hemiciclo -tras subrayar que Bush y Blair habían reconocido, al menos parcialmente, su errror-, ¿a qué espera el ex presidente para pedir disculpas a los españoles por la guerra de Irak?
Enric Sopena